lunes, 7 de marzo de 2016

El retrato de Dorian Gray

"por supuesto la vida matrimonial no es más que una costumbre, una mala costumbre. Pero la verdad es que lamentamos la pérdida incluso de nuestras peores costumbres. Quizá sean las que más lamentamos. Son una parte demasiado esencial de nuestra personalidad."
Oscar Wilde

miércoles, 3 de febrero de 2016

"Primavera con una esquina rota"



"Lo esencial es adaptarse. Ya sé que a esta edad es difícil, casi imposible Y sin embargo, después de todo, mi exilio es mío No todos tienen un exilio propio. A mí quisieron encajarme uno ajeno.Vano intento. Lo convertí en mío. "

Mario Benedetti 



 "Los motivos adultos, o quizá las excusas adultas de los miedos que vienen después, no son fantasmales, sino insoportablemente reales. Sin embargo, a veces les agregamos fantasmas de nuestra cosecha, ¿no te parece? A propósito, ¿cómo andan tus fantasmas? Dales proteínas, no sea que se debiliten. No es buena una vida sin fantasmas, una vida cuyas presencias sean todas de carne y hueso"

"Cerrar los ojos. Cómo quisiera cerrar los ojos y empezar de nuevo y abrirlos después con la tardía lucidez que traen los años pero con la vitalidad que ya no tengo"



"Cerrar los ojos pero no para mis corrientes pesadillas sino para tocar el fondo de las cosas. Allí están las imágenes, las elocuentes, las sólo para mí. Cada una como la revelación que no entendí ni atendí. Y no se puede volver atrás. Se puede recoger lo aprendido pero de poco sirve.
Cerrar los ojos y al abrirlos encontrarla. ¿A cuál de ellas? Una es un rostro. Otra es un vientre. Otra más una mirada. ¿Cuántas más? En el amor no hay posturas ridículas ni cursis ni obscenas. En el no amor todo es ridículo y cursi y obsceno.  También la norma, también la tradición. 
De pronto el pasado se vuelve fastuoso, no sé por qué. Mi cuerpo que tuve, el aire que respiré, el sol que me alumbró, los alumnos que escuché, el pubis que convencí, un crepúsculo, una axila, un pino cabeceante. El pasado se vuelve fastuoso y sin embargo es apenas una desilusión óptica. Pobre el pobre, mezquino presente gana una sola y decisiva batalla: existe."


 "

martes, 2 de febrero de 2016

"Cartas a su padre"


"Casarse, fundar una familia, aceptar los hijos que lleguen, man- tenerlos y hasta encaminarlos un poco en este mundo inseguro es, a mi entender, lo máximo que puede alcanzar un hombre. El que tantos, aparentemente, lo consigan con facilidad, no es una prueba en contrario, porque, en primer lugar, muchos en realidad no lo consiguen, y en segundo lugar, esos "no muchos" por lo común no lo "hacen" sino que meramente "les sucede"; esto no es, por cierto, ese máximo al que me refiero, pero aún así es muy grande y muy meritorio (principalmente porque no es posible separar con nitidez el "hacer"' y el "suceder"). No se trata en absoluto, además, de lograr ese máximo, sino una aproxi- mación lejana, pero decente; no es necesario volar al centro mismo del sol, pero sí arrastrarse hasta un lugarcito de la tierra, que esté limpio, donde el sol brille a veces y donde pueda uno calentarse un poco. 
Franz Kafka

sábado, 30 de enero de 2016

Pensión compleja (Botote)

Antes que nada, perdona si huele un poco a cerrado, hacía mucho tiempo que nadie se alojaba aquí, y menos aún con la intención de quedarse.
Ábreme bien de puertas y ventanas. Que corra el aire, que entre tu luz, que pinten algo los colores, que a este azul se le suba el rojo, que hoy nos vamos a poner moraos.
Y hablando de ponerse, vete poniendo cómoda, que estás en tu casa. Yo, por mi parte, lo he dejado todo dispuesto para que no quieras mudarte ya más.
Puedes dejar tus cosas aquí, entre los años que te busqué y los que te pienso seguir encontrando. Los primeros están llenos de errores, los segundos, teñidos de ganas de no equivocarme otra vez.
El espacio es tan acogedor como me permite mi honestidad. Ni muy pequeño como para sentirse incómodo, ni demasiado grande como para meter mentiras. Mis recuerdos, los dejé todos esparcidos por ahí, en cajas de zapatos gastados y cansados de merodear por vidas ajenas. No pises aún, que está fregado con lágrimas recientes, y podrías resbalar. Yo te aviso.
El interruptor general de corriente está conectado a cada una de tus sonrisas. Intenta administrarlas bien y no reírte demasiado a carcajadas, no vayas a fundirlo de sopetón.
No sé si te lo había comentado antes, pero la estufa la pones tú.
Y hablando del tema, he intentado que la temperatura del agua siempre estuviera a tu gusto, pero si de vez en cuando notas un jarro de agua fría, eso es que se me ha ido la mano con el calentador. Sal y vuelve a entrar pasados unos minutos. Discúlpame si es la única solución, es lo que tenemos los de la vieja escuela, que a estas alturas ya no nos fabrican ni los recambios.
Tampoco acaba de funcionarme bien la lavadora. Hay cosas del pasado que necesitarán más de un lavado, es inevitable. Y hay cosas del futuro que, como es normal, se acabarán gastando de tanto lavarlas. La recomendación, ensuciarse a su ritmo y en su grado justo. Eso sí, no te preocupes por lo que pase con las sábanas, que las mías lo aguantan todo.
Para acabar, te he dejado un baño de princesa, una cama de bella durmiente, un sofá de puta de lujo y algo de pollo hecho en la nevera. Para que los disfrutes a tu gusto, eso sí, siempre que sigas reservando el derecho de admisión. Aquí no vienes a rendir cuentas, sino a rendirte tú. Aquí no vienes a competir con nadie, sino a compartirte a mí. Y lo de dar explicaciones, déjalo para el señor Stevenson.
El resto, no sé, supongo que está todo por hacer. Encontrarás que sobra algún tabique emocional, que falta alguna neurona por amueblar, y que echas de menos, sobre todo al principio, alguna reforma en fachada y estructura.
Dime que tienes toda la vida, y voy pidiendo presupuestos.
Dime que intentaremos toda una vida e iré encofrando mis nunca más.
Risto Mejide

Contra la pareja. Qué se debe!

Jefe, qué se debe. Anda tráeme la cuenta. Te iba a pedir la dolorosa, pero me temo que en este caso, además de dolor, va a haber alivio.
Igual no nos viste, pero hace un tiempo entramos los dos juntitos de la mano, ella y yo. Yo que siempre cené solo en mesas de diez, esta vez no habia hecho reserva, y ni mucho menos para dos. Elegimos esta mesa porque pensamos que era la más romántica, la más apartada, y la única en la que creímos no haber estado jamás.
Igual no te fijaste, pero vinimos con hambre de muchas cosas dispuestos a apagar toda sed. El hastío nunca fue opción. Quedarse con las ganas no entró ni en el más barato de los menús.
Durante un tiempo, todo estuvo deconstruido, todo al revés. Comimos con los ojos, tocamos con los labios, y saboreamos con la piel. Nos encontrabamos en todos los turnos, por encima y por debajo del mantel, y no había quien se dejase recomendar. Sabiamos cuál era nuestro plato, en qué punto lo queríamos y hasta cuánto lo íbamos a degustar.
Pero no hasta cuando.
Quizá por eso, recuerdo perfectamente el día en que ella empezó a pedir fuera de carta. El día en que mi ensalada fresquita de manías se convirtió en un pesado empedrado de defectos. El día en que su revuelto de dudas leves se transformó en una empanada mental.
Y entonces lo vi. Se había enamorado de mí porque deseaba a ese otro en el que pretendió convertirme. Como quien, a fuerza de ir, acaba exigiendo sushi en un mexicano, burritos a un italiano o paella en un japonés.
Fue estúpido tratar de entenderlo. Inútil tratar de saber por qué. Tranquilo, que no te voy a pedir el libro de reclamaciones. No es culpa de nadie. Simplemente pasó, y antes de que nos diéramos cuenta, ella preguntaba lo que comían las otras mesas, los dos bebíamos para no charlar y yo miraba los mensajes del móvil mientras intentaba disimular nuestra crisis de ganas de superar nuestra crisis.
Poco a poco, sin darnos cuenta, nos habíamos transformado en una de esas parejas que al principio mirábamos con mezcla de risa, miedo y pena. Ésas que sólo se hablaban para reprocharse cosas, ésas que transformaban cualquier ocasión en un silencioso y tenso cara a cara, cualquier lugar en una salida y cualquier invitado en un menos mal.
Ahora que ya todo me sabe a tarde, y todo me sienta peor, ahora ya todo me recuerda a un casino. Más importante que saber estar, es cuándo saber largarse. Aunque aquí, como ves, el último que se levanta, la paga.
Hazme un favor, descuéntame todo lo que jamás pedí y aun así tuve que tomar, como sus cenas familiares, sus reproches a mis mejores amigos y mis pajas nocturnas a la luz de la tele.
Tampoco me pongas lo que pedí y jamás me trajeron. Como esa vida juntos, esos planes hechos a mentira, esos hijos que tuvieron nombre mucho antes que existencia, esa casa unifamiliar que jamás hubiera podido pagar.
Descuéntame todo eso y dime cuánto te debo, que yo te lo pago.
Y no te preocupes si al final nada cuadra. No te me apures si pago de más.
Con el cambio, me haces otro favor.
Le envías una botella del mejor champán a los labios de esa mesa
Risto Mejide

Contra la promesa. Lo prometido es duda


Se acaba una relación. Se acaba una relación y te mueres de adiós. Se acaba una relación, te mueres de adiós, y entre tanto descalabro, acabas olvidando tu remolque de promesas rotas. Ese remolque que, impulsado por la pasión inicial y el romanticismo más optimista, jamás perdió la velocidad de crucero. Tú te paras, te apeas, provocas baja emocional, pero tarde o temprano ese remolque vendrá a por ti, atropellándote con toda su inercia, mala hostia y celebridad.
Y si en algún momento te falla la memoria, no te preocupes. Padres, suegros, hijos, amigos y familiares varios están ahí para darle el último impulso al remolque justo en el instante del impacto, y recordarte los planes que teníais, lo mucho que la querías, lo mucho que la quisiste, lo mucho que aún deberías estar queriéndola si de verdad fueses cumplidor y no ese hatillo de decepciones en el que con los años te nos estás convirtiendo.
Las promesas. Las promesas duelen siempre a destiempo. Serían el equivalente a criar un tigre de Bengala. Sabes que al principio es monísimo, tierno, encantador, pero que algún día, sí o sí te arrancará un brazo, una pierna, o cualquier otra extremidad. Y así andamos, cada vez más cojos, más mancos o lo que es peor, con menos extremos que arrancar.
Llega un momento en el que ya no te crees nada de lo que te dices. Es cuando te das cuenta de que con los años, a toda promesa le ha salido un matiz. Te querré hasta fin de año, tendremos un hijo para cada uno, se llamarán como tu cartero y mi estilista, viviremos en casa de tus padres, cuando se mueran los dos.
Prometer es mentirle al destino. Prometer es perder por adelantado.
Hipotecar lo inexorable. Prorratear lo inexpugnable. Autojoderse en diferido. Aunque claro, parece que prometerse cosas acaba siendo necesario para avanzar. Con uno mismo y con los demás. Porque actúa como timón de las relaciones sentimentales: marca el rumbo a seguir, pero ni de coña te esperes que sople el viento sobre las velas.
Pero es que si no prometes nada, tarde o temprano te enfrentarás a la pregunta a la que se enfrentan los que cometen la desfachatez de vivir al día, de disfrutar el momento, de habitar sola y únicamente en el presente. Cariño, hacia dónde va lo nuestro.
Yo cada día me siento más orgulloso de mis dudas. Las únicas que, con el tiempo, acaban siempre confirmándose. Las únicas que, con los años, jamás me van a traicionar.
Hoy, mientras la palabra nosotros se me escurre líquida entre los dedos, me voy dando de bruces con todas y cada una de mis incompetencias emocionales. No he sido capaz de hacerte feliz. No he sido capaz de estrecharte entre mis lazos. No he cumplido casi ninguna de mis promesas. No he respondido casi ninguno de tus porqués.
Y aun así, hay algo que quiero y puedo decirte.
Que pase lo que pase a partir de ahora, voy a quererte toda la vida.
Te lo prometo.
Risto Mejide

sábado, 28 de noviembre de 2015

Viaje a la nada

Echo la mirada atrás de nuevo y sobrevuelan mi mente cometas, bikinis, mojitos, el viento, la sal, el sol, la música, ocasos naranjas, impresionantes puestas de sol, un sombrero, Unas gafas. .. Y Tántor.
Tántor me acompañó ese verano en mi viaje a la nada. Tántor es impulsivo, dramático, alegre, vivo pero sobre todo muy inteligente. Y sexual, muy sexual. 
Es de esas personas que saborean cada instante de la vida como si fuese el ultimo. Te arrastran a disfrutar porque la vida a su lado es una fiesta sin final. Lleva puesto por sombrero una picardía mezclada con la inocencia de su juventud. Va desnudo por la vida. No tiene nada q ocultar. No tiene miedo de no encajar. 
Tiene la piel impregnada de ternura y sensualidad
No tiene miedo a la muerte, como yo. Su pánico es estar muerto en vida, dejar de ser espontáneo y emotivo, dejar de respirar. Busca intensidad. Odia la mediocridad de ser como el resto de la sociedad. 
Aquel verano me regaló toda la vida q le sobraba, y toda la risa que me faltaba. Nunca quise más porq no le podía pedir más a la vida. Era un regalo y los regalos se agradecen, se disfrutan y se sueltan. 
Las personas exigen posesion, sobre los objetos, en las relaciones, en el amor. Pero los regalos no se poseen. La vida no se posee, ni la risa ni el amor ni la amistad.  La principal característica de todas estas maravillas es la libertad. Eso nadie lo entiende. 
Y ese verano todo fue música, mar, sol, risas, libertad. Todo fueron instantes eternos.  
De vuelta a la realidad, una noche, nos miramos profundamente a los ojos y descubrimos que ya no habría más. Hasta ahí llegaba nuestra libertad. Y nos prometimos un inmenso "nada" en memoria de la eternidad de nuestros instantes. 
Shaaasha