sábado, 28 de noviembre de 2015

Viaje a la nada

Echo la mirada atrás de nuevo y sobrevuelan mi mente cometas, bikinis, mojitos, el viento, la sal, el sol, la música, ocasos naranjas, impresionantes puestas de sol, un sombrero, Unas gafas. .. Y Tántor.
Tántor me acompañó ese verano en mi viaje a la nada. Tántor es impulsivo, dramático, alegre, vivo pero sobre todo muy inteligente. Y sexual, muy sexual. 
Es de esas personas que saborean cada instante de la vida como si fuese el ultimo. Te arrastran a disfrutar porque la vida a su lado es una fiesta sin final. Lleva puesto por sombrero una picardía mezclada con la inocencia de su juventud. Va desnudo por la vida. No tiene nada q ocultar. No tiene miedo de no encajar. 
Tiene la piel impregnada de ternura y sensualidad
No tiene miedo a la muerte, como yo. Su pánico es estar muerto en vida, dejar de ser espontáneo y emotivo, dejar de respirar. Busca intensidad. Odia la mediocridad de ser como el resto de la sociedad. 
Aquel verano me regaló toda la vida q le sobraba, y toda la risa que me faltaba. Nunca quise más porq no le podía pedir más a la vida. Era un regalo y los regalos se agradecen, se disfrutan y se sueltan. 
Las personas exigen posesion, sobre los objetos, en las relaciones, en el amor. Pero los regalos no se poseen. La vida no se posee, ni la risa ni el amor ni la amistad.  La principal característica de todas estas maravillas es la libertad. Eso nadie lo entiende. 
Y ese verano todo fue música, mar, sol, risas, libertad. Todo fueron instantes eternos.  
De vuelta a la realidad, una noche, nos miramos profundamente a los ojos y descubrimos que ya no habría más. Hasta ahí llegaba nuestra libertad. Y nos prometimos un inmenso "nada" en memoria de la eternidad de nuestros instantes. 
Shaaasha 


jueves, 26 de noviembre de 2015

Te vas

Te vas de mi vida casi como llegaste. En silencio, sin demasiado ruido, como un suspiro. Te estaré echando de menos unos días. Semanas quizá. O no se. Esto no había por donde cogerlo, pero nos cogimos, a pesar de todo. Te estaré siempre agradecida por haber sido el primer paso hacia un nuevo despertar a la vida. No creo q puedas hacerte una idea de lo rota y lo muerta q estaba cuando te conocí. No quiero dejar q te vayas sin darte las gracias por acompañarme en esta parte del camino. No hemos compartido mucho pero has sido vital para mi. Y perdona sí no he estado a la altura de las circunstancias pero no podía dar más. Ha sido maravilloso poder bajarme del mundo por momentos en tus brazos y descansar. 
Shaaasha

El puente de madera

Un puente pequeño de madera húmeda y crujiente sobre el río me llama a gritos a sentarme sobre el. Observo de frente. Agua, árboles, patos. Exactamente cinco, a lo lejos. Un árbol cuyas raíces brotan en la ribera del río tiene las ramas colgando hacia abajo rozando el agua con las hojas. A mi izquierda varios árboles mas, uno de ellos inclinándose hacia abajo con la copa mirando hacia el suelo, inclinado como se encorvan las espaldas de las personas cuando alcanzan la vejez.  Oigo el canto de los pájaros. Siento el césped húmedo bajo mis pies. Hoy es martes, no hay nadie, no se oye nada q perturbe este momento. Por unos minutos cierro los ojos y consigo trasladarme a cualquier otro lugar q no sea Madrid. Aquí no me alcanza el humo (de los coches), ni el ruido ni las prisas ni el desasosiego ni la ansiedad. 
Medio metro separa mis pies del agua y un par de rocas teñidas de verde parece q me invitan a bajar. Una rama con pinchos bajo ellas amenaza con herirte protegiéndo así su virginidad. 




El metro


Subo al metro con la bici para volver a casa. La gente me mira.
Yo miro a la gente también. En el metro todo el mundo mira. O a los demás o al movil. Las dos cosas a la vez quizá. Un ojo en el movil otro al pasajero de enfrente y al que sube y al que baja, y al q entra y al que sale. 
Sube un chico vestido normal, haciendo gestos extraños y repetitivos con las manos y la cara. Se sienta en el suelo. Se hace un vacío de mínimo tres metros a su alrededor. Todo el mundo se aleja como quien se aleja de la peste. A el chico le da igual. Esta en una dimensión paralela. No se siente observado por nadie. Parada tras parada sigue moviendo los dedos y la cabeza hacia delante y hacia atrás. Sigue tirado en el suelo, como un perro, y todos dejamos de mirar. Miramos al otro lado del vagón, que hay una pareja y dos hombres con traje. Si, esto es más agradable de observar. Todos miramos hacia otro lado y nos bajamos en nuestra estación a continuar con nuestro camino, Porq esta vez y ésto ni nos importa ni nos afecta. 
Dos horas después y en casa sigo sintiéndome mal por no haber hecho nada. Llamado al samur, cogerle la mano y levantarle del suelo. No me volverá a pasar.